Opinión: El dilemma de una inmigrante, y un sueño hecho realidad

En un momento crucial en su vida, Zayrha Rodríguez, una periodista de La VOZ de Durham, celebra su nueva ciudadanía estadounidense el mes pasado en Miami. (Fotografía Viviana Murica)


Como mujer, inmigrante colombiana y estudiante universitaria de periodismo, siento que estoy siendo constantemente atacada por la administración de Los Estados Unidos.  

Muchas veces recientemente, he sentido la necesidad de reclamarle a nuestra administración y oficiales electos. Pero me abstengo. Me pregunto qué tanto puedo expresar mi opinión sin dañar mi futuro como periodista.

En todas las páginas menos las editoriales, los periodistas son vistos como humanos imparciales. Debemos ser capaces de llevar “ambos lados de la historia”, manteniéndonos fuera del narrativo. ¿Pero cómo es posible mantenerse al margen si tengo que entrevistar a un Blanco Nacionalista o a alguien que cree que debo regresar a mi país de nacimiento?

Después del tiroteo en Parkland, Fla. — a unas cuantas millas de mi hogar — sentí la necesidad de reclamarle a mi representante, Marco Rubio R-Fla., porque ha recibido más de $3 millones de la National Rifle Association (NRA) o la Asociación Nacional de Rifles en español. El se opone a cualquier legislación que pueda prevenir otro tiroteo masivo.

Al principio, me sentí sin esperanza, triste y furiosa. Este tiroteo es el tercero que ha ocurrido en mi estado en el curso de un año y medio. Primero fue en el Pulse Nightclub en julio del 2016, y solo seis meses después, hubo otro tiroteo en el aeropuerto de Ft. Lauderdale.

Sin embargo, viendo el coraje de los estudiantes de Parkland me ha dado esperanza — que quizá esta vez, las vidas perdidas no serán en vano.

Mi frustración con el gobierno no termina con la reforma de armas. Los problemas por los que me preocupo incluyen la equidad social, la inequidad de ingresos, el cambio climático, los derechos de animales, para mencionar a algunos.

 

No voy a utilizar mi Twitter y quejarme a diario sobre todo lo que me importa, pero hay momentos donde me he quedado callada, sin escribir mi opinion, temiendo que dañe mi futuro. Sé que los reclutadores para pasantías y trabajos van a ver mi cuenta de Twitter, y no sé como reaccionarán a mi columna de opinión.

Como la mayoría de la gente que vive en este país puede hacerlo, no pude llevar mi frustración a las urnas de votación. Por los últimos cinco años, como inmigrante colombiana, he vivido en este país como “residente permanente”. Este estado legal, me ha permitido vivir permanentemente en Los Estados Unidos, tener un número de seguridad social, pero no votar. Me reclinaba en mis amigos y compañeros de clase para votar, o hablarles de cualquier problema que fuera importante para mí.

Entonces, el fin de semana pasado, mi sueño se hizo realidad. Me convertí en ciudadana americana.

Introduje mi aplicación para la naturalización en marzo de 2017. El mes siguiente, me dieron la cita para escanear mis huellas dáctilares. Entonces, el juego de esperar comenzó. Sabía que tomaría meses, pero nunca esperé que fueran más de seis. En enero de este año, mi papá me llamó para decirme que mi entrevista sería en enero de este año.

Tuve un mes para prepararme para el exámen de educación ciudadana. Tuve que estudiar 100 preguntas sobre historia, geografía y educación ciudadana de EE.UU. Durante la entrevista, el USCIS (U.S. Citizenship and Immigration Services, por sus siglas en inglés) solo me preguntaría 10 de las 100, y necesitaría seis para pasar. También examinan la habilidad de leer y escribir el inglés.

El 22 de febrero tuve como una hora antes de que me llamaran para la entrevista. Durante la entrevista, me preguntaron sobre mi aplicación, seis preguntas de las 100, y tuve que leer una pregunta y escribir la respuesta a la pregunta. Todo esto tomó como 10 minutos, y salí caminando como ciudadana americana.

Después de eso, espere como 30 minutos para que me asignaran la fecha de mi ceremonia. Cuando recibí la invitación, me sorprendí al saber que sería al día siguiente.

En la ceremonia, habían más de 100 personas de 17 países, quienes se estaban convirtiendo en ciudadanos americanos. Nos mostraron un video sobre la inmigración estadounidense a través de la historia. Después nos levantamos, subimos la mano derecha y juramos nuestra lealtad a los Estados Unidos.

Finalmente, cantamos el himno nacional y recitamos el juramento de lealtad a la bandera — el cual recité todos los días mis cuatro años de bachillerato. Después al recibir los certificados de naturalización, la ceremonia concluyó.

Ahora, sé que no solo represento mi voz y opinión personal, pero la voz de miles de personas que han sido privadas de derechos por alguna razón — inmigración, delitos cometidos o disabilidades mentales.

Mientras que ahora tengo una voz para escoger quién escribe las leyes en este país, sé que voy a tratar de conseguir el balance entre mi carrera como periodista y expresar mi opinión en público — y encontrar el medio adecuado para hacerlo.

Quizá esto, y La VOZ de Durham, es un comienzo.

Traducción por María Elena Vizcaíno.